Despertar cada día es una nueva oportunidad. La vida, como un río caudaloso que nunca se detiene, nos brinda millones de oportunidades. No son infinitas, pero cada una lleva consigo un peso inmenso. He aprendido, con el tiempo y las cicatrices, que el simple acto de abrir los ojos cada mañana ya es un milagro, una declaración silenciosa de que estamos vivos y de que podemos llenar ese día con toda la pasión que habita en nuestro pecho. Mientras miles de proyectos se hunden en el olvido, mientras las empresas caen como castillos de naipes y los héroes se desmoronan en su última batalla, siempre queda la posibilidad de que nosotros, tercos como somos, sigamos adelante. Tener a alguien a tu lado, ya sea un amigo, un hermano, un padre, un amor o un hijo, es como descubrir un tesoro oculto en medio de la rutina. Son esas almas que nos recuerdan que la vida no es solo para existir, sino para querer y ser querido. Las oportunidades no llegan envueltas en papel dorado ni perfumadas...